DOCUMENTO BASE SOBRE LA PASTORAL EN LOS CENTROS DEL SAGRADO CORAZÓN
I. CONCEPTO DE PASTORAL
La Pastoral consiste en la acción que realizamos como Iglesia al servicio del Reino de Dios , anunciando el Evangelio y sus exigencias de reconciliación, de amor, de justicia y solidaridad. En nuestro contexto escolar, esta acción la llevamos a cabo como comunidad educativa y va dirigida a todas las personas que la componemos, asumiendo la diversidad religiosa que caracteriza a nuestra sociedad.
Fieles a la inspiración de Magdalena Sofía y abiertos, como ella a la realidad de un mundo cambiante, nuestro objetivo pastoral se centra en el acompañar el crecimiento integral de la persona hacia la plena realización de sus capacidades y potencialidades , con la conciencia de que la realización plena de lo humano implica las dimensiones comunitaria y espiritual:
• que cada persona se abra a la verdad, al amor y a la libertad
• que descubra el sentido de su vida y se entregue a los demás
• que colabore creativamente en la transformación del mundo
• que viva la experiencia del amor de Jesús
• que se comprometa en una fe activa
(Const. nº 11)
La acción pastoral es impulsada y animada por la comunidad cristiana educativa , como núcleo central que vive y expresa con gozo su experiencia de fe, pero es responsabilidad y tarea de todos: profesores, religiosas, padres, alumnos, personal no docente, catequistas, monitores, etc. Por ello, podemos afirmar que:
Nuestro servicio de educación se realiza en una relación auténtica de reciprocidad en la que cada uno recibe y da para crecer juntos. Nos pide una entrega generosa, una formación seria y continua y una visión del mundo amplia, crítica e iluminada por la fe (Const. nº 14).
II. PROYECTO DE PASTORAL
El Proyecto de Pastoral tiene como primera finalidad promover y garantizar la coherencia de la acción educativa desde el Carácter Propio del centro . Por tanto, lo más característico del Proyecto de Pastoral es la dirección que imprime a todo el proceso educativo al marcar las líneas fuerza que impulsan dicho proceso y lo hacen avanzar como acción evangelizadora.
En este sentido, la visión común que brota del Proyecto de Pastoral asegura que vivamos nuestro servicio educativo como espacio y camino para anunciar el amor del Corazón de Jesús:
ha de ser un trabajo de liberación, creación, justicia, paz, amor, compasión por y con un mundo de hermanos y hermanas. Una educación que pueda conocerse por sus frutos de autodeterminación, de lograr que cada uno tome su vida en sus propias manos (…) formando a los demás, cambiando y buscando ser cambiados (El rostro de la Sociedad, 1988).
En segundo lugar, el Proyecto de Pastoral explicita el itinerario cristiano a lo largo del proceso educativo , tanto en lo referente a las acciones pastorales específicas, que corresponden de forma directa a los agentes de pastoral, como a aquellas que realizamos con la colaboración de los diferentes miembros de la comunidad educativa.
Es importante insistir en que para que el Proyecto de Pastoral sea un instrumento eficaz para conseguir su finalidad, es necesario partir de un núcleo formado por la comunidad cristiana educativa, cuyos miembros, comprometidos con el proyecto actuarán como animadores del mismo.
La acción Pastoral de la escuela cristiana se desarrolla a varios niveles , ya que ha de tener en cuenta la situación en que se encuentran los diferentes miembros de la comunidad respecto a la fe. Y ha de atender también las diversas facetas en que ha de madurar la personalidad.
Estos niveles del proceso evangelizador pueden representarse como tres círculos concéntricos . Cada uno de ellos expone y profundiza una propuesta que requiere la libertad de la persona para acogerla o rechazarla. El nivel más interno implica haber aceptado la fe, por ello, es normal que tenga como destinatarios efectivos a un número sensiblemente menor que los anteriores niveles.
1. PRIMER CÍRCULO: PERSONALIZACIÓN O «PEDAGOGÍA DEL UMBRAL»
El trabajo en el primer círculo descubre, ante todo, el valor de la persona, no aisladamente, sino en referencia a los otros. Desde nuestro talante y estilo cristiano, ésta es la propuesta de un modo de ser y de estar en el mundo, un modo de situarse ante la vida, la sociedad y Dios mismo:
Hoy, nuestros alumnos y alumnas necesitan, como nunca, hacerse interiores: aprender a ser autores y dueños de su propia vida, con un eje personal que los sostenga y los unifique como seres valiosos, únicos e irrepetibles, y con unas metas claras y elevadas que los motiven y los trasciendan para llegar a ser lo que están llamados a ser (La interioridad en la pedagogía de Sofía Barat, 1997).
En el proceso de evangelización , este nivel tiene ya sentido en sí mismo, educa a la persona en aquellas dimensiones que le permiten profundizar en su propio misterio. Al mismo tiempo tiene el carácter de «umbral», en cuanto que pone a la persona en camino hacia a la fe.
Queremos que las personas con las que trabajamos se sitúen en el mundo críticamente, aprendiendo a leer la realidad y a descubrir su significado, y activamente, viviendo en coherencia con los valores que se proclaman.
Algunos de los aspectos importantes que han de tenerse en cuenta para una adecuada personalización son los siguientes:
• Educación en y para los valores:
Educando en los valores y para los valores, la escuela
forma a la persona desde dentro, la libera de los condicionamientos que pudieran impedirle vivir plenamente como ser humano (Escuela Católica, 1977, art. 29).
Nuestro Carácter Propio recoge los grandes valores que conforman nuestro proyecto:
Queremos vivir abiertos en una actitud positivamente crítica, a la evolución de la historia y a la realidad social en que estamos insertos; contribuir a la creación de una sociedad más humana, colaborando en el crecimiento del hombre y de la mujer y en su liberación, educando en la honradez, la justicia y la solidaridad (.); educar, desde el respeto al pluralismo, en un humanismo cristiano basado en los valores evangélicos (.); buscar en nuestra educación el equilibrio intelectual, afectivo y físico de nuestros alumnos: favoreciendo la calidad de la relación personal y grupal en un clima de respeto y confianza, propiciando estructuras de participación que ofrezcan progresivamente situaciones de libertad y responsabilidad, desarrollando capacidades creativas, dando importancia a la educación física, al cuidado del medio ambiente, a la educación para el ocio (Línea Educativa de los centros del Sagrado Corazón).
Conscientes de que nos encontramos inmersos en una sociedad plural y que, por ello, las personas y los colectivos humanos optan por valores diferentes e incluso abiertamente contrapuestos, estamos atentos a recoger aquellos valores, basados en la razón y el diálogo, que se encuentran presentes tanto en los contenidos actitudinales de todas las áreas, como en los grandes consensos sociales.
La escuela facilita la interiorización de los valores a través de experiencias y contenidos programados para cada nivel, a través de campañas ocasionales y a través, sobre todo, de la interacción con los educadores y con los distintos escenarios sociales del entorno. Pero, de nada serviría este trabajo, si además la escuela no se construye a sí misma como un espacio en el cual los medios empleados, las metodologías, e incluso, las estructuras organizativas y de gestión sean coherentes con los valores enunciados.
• Educación para la utopía (o en la esperanza):
Educar en la esperanza o educar para la utopía es cultivar expectativas, preparar personas que se nieguen a aceptar la realidad actual como la única realidad posible y se empeñen en su transformación . En palabras del Capítulo General de 1994:
Queremos soñar juntas con un mundo en el que la vida pueda germinar, renacer, llegar a ser una fiesta, donde todos participemos de la alegría de sentirnos hermanos, en armonía con la creación y el universo (Cap. 1994).
Frente a la acusación frecuentemente repetida de que la escuela reproduce el modelo social en el que está inmersa y prepara a sus alumnos para perpetuar el sistema, nuestra educación para ser utópica ha de ser necesariamente transformadora. Vivimos en un mundo globalizado y complejo que presenta grandes desafíos a nuestra esperanza: el anhelo de millones de personas de ser partícipes de los beneficios del progreso y la educación, el derecho de los pueblos a su propia identidad, la asombrosa carrera de la tecnología que deja de lado a la muchedumbre de los excluidos, la urgencia por la vida, la paz y la justicia, la integridad de la creación. (cfr. Cap. General de 2000).
En este sentido, nada supone un reto mayor para la comprensión y la práctica de nuestra pastoral, y nuestra acción educativa en general, como la opción por los pobres. La irrupción de los pobres como sujetos, hacia los años 70, afectó a nuestra lectura del Evangelio y produjo cambios definitivos en nuestra visión de la Iglesia, la teología o la sociedad. Esta opción sigue hoy vigente y debe ser permanentemente actualizada en el contexto histórico y social que nos toca vivir, abriendo nuestros centros a las diferentes formas de pobreza desde una actitud de discernimiento:
Necesitamos clarificarnos sobre la pobreza, la marginación y la distribución desigual de los bienes de la tierra. Esto nos lo exige nuestra propia vocación educadora (.) Es esencial que busquemos clarificarnos de una manera gradual y permanente para orientar nuestros recursos y, a la vez, unir la búsqueda de la justicia a nuestra educación, con una creatividad renovada (CIE, 1988).
Por todo ello, en la situación social del mundo actual debemos hacer un esfuerzo especial por impulsar la educación para la paz, la justicia y la solidaridad. El Proyecto de Pastoral debe ejercer una interpelación constante hacia las estructuras del centro desde estos criterios, cuestionando sobre la clase de institución y el tipo de organización que servirá mejor a los intereses de los pobres y dando prioridad a aquellos espacios, recursos, metodologías y estructuras que contribuyan a la lucha contra la exclusión en cualquiera de sus formas (Cfr. Proyecto Provincial de Educación, 1999).
Además, dentro de la «pedagogía del umbral», deberemos impulsar programas amplios y coherentes, bien desde los contenidos de las áreas y los temas transversales, bien en la forma de campañas, jornadas y «tiempos fuertes» que faciliten a los alumnos/as el conocimiento de la realidad, ayuden a realizar una lectura crítica de la misma y conduzcan al compromiso.
• Educación para la búsqueda y la trascendencia:
La mejor escuela no es la que da muchas respuestas, sino la que, desde el comienzo, despierta , genera preguntas en el interior de la persona y la incita a buscar respuestas, poniéndola en conexión con su dimensión trascendente. En un mundo en el que se da un gran valor a lo que se ve, se mide, y sirve para algo , en el que las relaciones humanas están sujetas con frecuencia a la desconfianza, el miedo al engaño y la competitividad, queremos que nuestros centros desarrollen en los alumnos/as unas capacidades y actitudes (acogida, escucha, silencio, confianza, admiración, pregunta.) que les hagan crecer en sensibilidad y les posibiliten abrirse a la trascendencia:
Para que esto sea posible necesitamos crear espacios y ambientes cordiales de relación y solidaridad. Que cada persona pueda vivir, descubrir su propio valor y sentido y abrirse al don de la fe (Permanecer en el amor recibido).
Este aspecto no afecta exclusivamente a aquellas actividades programadas de forma específica con el objetivo de cultivar esta dimensión de lo humano, sino también y de forma muy directa, a la metodología empleada en las diferentes áreas y si a través de las mismas se promueven las facultades de observación y reflexión, facilitando el acceso a la interioridad y el respeto por el misterio del mundo, la vida y la persona.
• SEGUNDO CÍRCULO: EL DIÁLOGO FE-CULTURA
La cultura y la fe no son dos realidades opuestas, sino complementarias, que deben confrontarse en un diálogo que resulte enriquecedor para ambas . Esta exigencia de nuestro tiempo se encuentra en la esencia misma del sentido educador del Sagrado Corazón, como ya señalaba la propia Magdalena Sofía :
Solamente la unión de la Fe y la Cultura culminará nuestra obra. Une estrechamente las dos y comprenderás por completo nuestra vocación (M.S. Barat, 1833).
La escuela, como transmisora de cultura, es el ámbito más adecuado para llevar a cabo ese diálogo. El objetivo fundamental del segundo círculo de la acción pastoral es promover en nuestros alumnos/as un proceso que les conduzca a realizar una síntesis de fe y cultura en la que los sentidos y significados aportados por ambas realidades puedan consolidar un proyecto personal integrado y coherente .
Dos son las tareas, a cuál más importante, que se imponen en este nivel:
• La evangelización de la cultura.
La principal seña distintiva de una escuela cristiana no es la realización de actividades religiosas , sino la transmisión de una cultura impregnada de los valores evangélicos y abierta a las dimensiones espirituales y religiosas.
Hemos de tener claro que ésta no es exclusivamente una misión que corresponde a las personas que habitualmente conocemos como agentes de pastoral . Toda la comunidad educativa, y muy especialmente los profesores responsables de las diferentes áreas de conocimiento, está implicada en esta misión.
No podemos presuponer la inocencia o la neutralidad de los contenidos de las áreas de aprendizaje o de las metodologías con las que éstos son impartidos. Es necesario analizar críticamente los currículos y las prácticas educativas para asegurar que, en la práctica y no sólo a través de nuestras declaraciones y buenos propósitos, optamos por un modelo de cultura y de ciencia no cerrado en sí mismo, sino abierto a la trascendencia. De ahí que sea tan importante la formación y la coherencia de todo el profesorado del centro.
La evangelización de la cultura supone además asumir las exigencias propias del carisma del Sagrado Corazón:
Con la Iglesia, como Iglesia, trabajamos por la evangelización de las culturas, con el Espíritu que está ya operando en el interior de cada una de ellas, para liberar su potencial de vida y energía (CIE, 1988).
Para liberar este potencial de vida y energía es necesario contemplar dos dimensiones complementarias. La primera nos exige aprender de la cultura de nuestro tiempo y descubrir en ella signos de vida y esperanza. La segunda, descubrir la fragilidad de esa misma cultura y ejercer una función crítica capaz de cuestionar y desenmascarar aquellos contravalores que no ayudan a crecer en la línea de una sociedad más humana, y de proponer alternativas de transformación de nuestro entorno cultural desde las actitudes del Evangelio.
• La inculturación de la fe:
La segunda tarea propia del segundo círculo de la acción pastoral es la propuesta del sentido cristiano del mundo, de la historia y de la persona humana hoy . La inculturación de la fe exige una gran sensibilidad a los desafíos que la cultura lanza a la fe, una disposición para no evadirse de los problemas que hoy tiene planteados la humanidad desde el campo de la ciencia y la civilización. La fe debe responder a estos problemas en un diálogo constante con otras respuestas posibles; en este diálogo la fe se encuentra con otros saberes humanos con los que puede confrontarse desde una reflexión teológica que la convierte también en un saber razonable:
Es preciso instruirlos sólidamente con un programa rico y profundo (.) Que lleguen a tener un juicio propio, siendo la Fe «inteligente» para exponer las razones por las que creen (M.S. Barat, cit. Por P. Perdrau).
Esta tarea es propia, aunque no exclusiva, de la Enseñanza Religiosa Escolar. La aportación principal de la enseñanza religiosa en el contexto escolar consiste en esa formulación racional (o cultural) de la identidad cristiana que permite la integración de lo religioso en el conjunto de los saberes humanos.
La enseñanza religiosa escolar funciona como un puente entre el primero y el tercer círculos, asumiendo funciones propias de aquellos. Es importante que el currículo de la formación religiosa en nuestros centros tenga un carácter integral y atienda a todas las dimensiones de la identidad cristiana. En palabras del Capítulo General de 2000, debemos promover una educación capaz de
acompañar el proceso de fe de las personas y los grupos que comprometa a la acción por la justicia, la paz y la integridad de la creación. Generar un proceso educativo en personas y grupos en el que toman conciencia de su realidad, valoran su dignidad, descubren sus capacidades, toman decisiones y se guían por los valores del Reino de Dios. Aprender a leer la Palabra de Dios desde la perspectiva de los excluidos (Capítulo General, 2000).
Por otro lado, la enseñanza religiosa deberá cuidar el uso de un lenguaje que sea adecuado para el mundo de hoy , sobre todo cuando se dirige a los jóvenes y adolescentes. De manera especial ayudará a nuestros alumnos a progresar en el lenguaje bíblico-simbólico para superar el lenguaje literal y anecdótico y llegar a una lectura significativa de la Palabra de Dios.
• TERCER CÍRCULO: ANUNCIO EXPLÍCITO DEL EVANGELIO
Nuestros centros deben prever el anuncio explícito del Evangelio como parte integrante e irrenunciable de la aportación de la escuela cristiana a la comunidad eclesial.
Muchos son los medios de los que podemos servirnos para la realización de este anuncio: celebraciones y oraciones ocasionales, convivencias cristianas, etc. Además, en la medida en que la sensibilidad religiosa de los destinatarios lo permita, proyectaremos una adecuada catequesis de iniciación a la fe y a sus dimensiones celebrativa, vocacional y comunitaria. Esta catequesis, que podrá tomar las formas y centrarse en los niveles que respondan a las necesidades de cada centro, tendrá como objetivo final promover un proceso de adhesión a la persona de Jesucristo y a su causa que culmine en la incorporación a la comunidad cristiana y en el compromiso vital al servicio del Reino de Dios.
Aunque la preparación y la celebración de los sacramentos de iniciación cristiana son propias de las comunidades parroquiales, no renunciamos a que, si se dan las condiciones adecuadas, podamos participar en las mismas como comunidades cristianas educativas. No obstante, el medio catequístico más adaptado al contexto escolar y en el que convergen todos los elementos del anuncio explícito es el grupo de profundización en la fe donde se desarrolla un proceso de maduración cristiana. Este proceso enlaza perfectamente con la pedagogía religiosa que ofrecían los Planes de Estudio, caracterizada por su amplitud, consistencia y enfoque evangélico:
Se desarrolla lo que abarcan sus misterios, de modo que capten su profundidad y se dejen llevar por el Espíritu. Se les descubren sus exigencias de vida: ser otros Cristo. Se les anima a frecuentar los sacramentos y a hacer oración. Se les enseña a reflexionar. a discernir a la luz de la fe. Se procura inculcarles los valores del Evangelio para poder vivir el compromiso cristiano en medio de los cambios que, rápidamente se suceden (M.S. Barat, 1806).
Con frecuencia, los destinatarios prioritarios de este itinerario de educación de la fe deberán ser los adultos, padres, madres y profesores, que forman parte de la comunidad educativa, ya que ellos son quienes deben constituir la comunidad cristiana de referencia inmediata para los niños/as y jóvenes. En cualquier caso, todo este proceso deberá realizarse teniendo en cuenta la Pastoral de Conjunto.
«Respondemos así a las necesidades de nuestro mundo de hoy: la sed de Dios, el hambre de justicia, el deseo de equidad y la búsqueda de sentido y de pertenencia (.) Estamos convencidas de que nuestras vidas, si amamos, son la expresión más fuerte de nuestra espiritualidad. Viviendo estas llamadas día a día encontraremos un nuevo lenguaje, sea en palabras, arte o símbolos para expresar nuestra espiritualidad del Corazón abierto de Cristo en la Iglesia y para el mundo» (Capítulo General, 2000). |
Este documento ha sido redactado por la Comisión de Pastoral de la Red de Centros del Sagrado Corazón de la Provincia Norte, siguiendo las directrices del texto «La Pastoral de la Escuela Católica» (FERE, 1994) y las líneas educativas y pastorales contenidas en el Carácter Propio de los Centros del Sdo. Corazón y en otros documentos de la Congregación y teniendo en cuenta las propuestas y alegaciones hechas por los coordinadores de Pastoral de los centros en la reunión del 24 de noviembre de 2000.